Luisa C. Perosán: Ciudado con la cursilería

– Cuidado con la cursilería, es el envoltorio de colorines que oculta el peor veneno.

Cuidado cuando alguien presente algo demasiado azucarado, generalmente el interior es muy amargo. Cuidado si eso que se supone que te van a “dar” ya lo tienes, pero lo conoces con otro nombre. Cuidado con los cursis, entre ellos se esconden muchos psicópatas.

Vivimos malos tiempos velados por celofán rosa.

Tiempos inundados por memeces que no llegamos a analizar. Derechos que solo sirven para desposeerte de los que ya tenías. “Ayudas” que te arruinan, y “justicia social” que es la peor injusticia. Gente que te cuenta con voz almibarada cómo van a implementar una sandez tras otra y lo presentan cómo “mejoras”. Cuidado con los que ponen ojos de garza y hablan con voz pausada y dulce. Están completamente empeñados en desplumarte y pretenden que se lo agradezcas.

La cursilería ha establecido su supremacía sobre cualquier relato coherente y el resultado es espantoso.

Un mundo donde los libros más vendidos son los de auto ayuda es un mundo ciego.

Un símbolo tan universal como el arco iris nos ha sido arrebatado. Los problemas de un porcentaje minúsculo de la población han sido ante puestos al resto. La romantización de señores disfrazados, con pintas esperpénticas con el aspecto que (en su cabeza) tiene una mujer, debería analizarse en profundidad y exponer los resultados, que no nos iban a gustar nada.

Pero esto tiene raíces muy profundas.

Desde hace casi dos siglos nos vienen adoctrinando hasta desembocar en el Woke, que es el hijo tonto del idealismo alemán. Desencadenante de nacionalismos y racismo entre compatriotas, culpable de la desintegración y el odio absurdo de separatistas.

El romanticismo estúpido, y la negación persistente de la realidad, son las gafas rosa que nos impiden ver el mundo tal y como es.

Cine y televisión nos han presentado constantemente modelos imposibles de familia, de relaciones, incluso de la violencia, que cada vez es más estética. Nos han bombardeado con historias donde asesinos y ladrones aparecen como héroes, nos han puesto como ejemplares actitudes y situaciones completamente fantásticas y nos han dejado indefensos ante la cursilería más abyecta.

Nadie quiere que lo identifiquen con el capataz sádico que azotaba a Kunta Kinte, y para ello, se pondrá incluso de rodillas ante gente cuya única diferencia es el color de piel. Gente con sus mismas oportunidades, gente a la que no se le causa hoy en día ningún perjuicio por su color. Nos han atiborrado de historias lacrimógenas donde algunos siempre son los malos y los otros inevitablemente buenos. El mundo no es tan sencillo.

Millones de personas están llegando a Europa de forma ilegal y “como mula en otoño, sin manta ni cabecera”.

Millones a los que se atiende como a reyes en un primer momento, pero que después se abandonan a su suerte, siendo la población autóctona quien sufre su indeseada presencia. Pero te dicen que son “refugiados” cuando no vienen a refugiarse de nada, porque nada malo ocurre en sus paises.

Te cuentan llorosos los CEO de Save the children que veinteañeros y treintañeros son “niños y niñas que huyen de la guerra y el hambre”. Te montan películas tristísimas, con niños llorando con moscas alrededor, mientras extienden el cazo, y se hacen de oro a nuestra costa. Mercadean con la vida de esos niños y trafican con la vida de los “migrantes”.

El gobierno paga campañas escandalosamente caras para culparte del cambio climático, pero jamás para explicarlo, porque es un cuento. Mientras, arruina agricultores ofreciéndoles cuatro chavos por sus tierras, que acaban plagadas de molinos y placas solares, de empresas privadas que te cobran la energía a precio de oro, por ser supuestamente, cada vez más sostenible.

Cuidado con las definiciones rocambolescas y que suenen bien.

La pobreza infantil no existe, ni la energética tampoco. Es pobreza, y en la pobreza no existen departamentos estancos. La pobreza es pobreza. Si un niño pasa necesidad es porque sus padres son pobres, si una familia pasa frío es porque no tiene dinero. Estas divisiones absurdas tienen una clara intención, y es minimizar el significado de la palabra pobreza.

Tienen la clara intención, de hacer pensar a la gente que pasar frío, es un tipo de pobreza que nada tiene que ver con una familia que no coma carne ni pescado para poder calentarse.

Cuidado con eso del “derecho a una vivienda digna” que, traducido, hoy en día, es que te pueden robar legalmente tu propiedad.

No te dicen que el estado debe garantizar que con tu trabajo puedas comprar una vivienda digna, te dicen y demuestran que es legal robarla.

Cuidado con eso de “las violencias” la violencia no tiene tipos, la violencia es violencia y solo tiene grados de intensidad.

Cuidado con eso del “delito de odio” es una mordaza, es criminalizar a una persona por decir algo, no por hacerlo. Y, además, generalmente ese delito de odio solo se observa en una dirección. No es lo mismo decir que matarías a alguien que matarlo.

Cuidado con la “justicia social”. La justicia es justicia, y la sociedad solo espera que prevalezca.

Expoliar a unos para dar limosna a muchos, no tiene nada de justo. Esas frases aparentes, esas definiciones pervertidas nos tienen debatiendo sobre cuantas migajas nos corresponden, en lugar de reclamar nuestro derecho a ganarnos la barra de pan. El “estado de derecho” en este momento, es un estado al que se la refanfinflan los derechos.

Cuidado con esos que dicen querer acabar con el hambre en el mundo, lo que pretenden es que todos comamos mucho menos.

Cuidado con eso del “progreso”, la mayoría de las veces es retroceso disfrazado. Cuidado también con aquellos que te prometen todo, porque no están dispuestos a darte nada. Cuidado con los que te dicen lo que quieres oír.

Cuidado con los cursis.