Jesús Salmerón: «El tiempo de decir adiós a los pueblos de verano».

– Con la llegada de septiembre, llega también el momento de despedirnos de los pueblos de verano, de esos lugares que se llenan de vida durante unos meses y luego vuelven a la tranquilidad habitual.

Es el momento de decir adiós a los abuelos, siempre esperando con los brazos abiertos, a los amigos que solo vemos durante estas semanas y, claro, a esos amores de verano que nos acompañan durante días intensos, pero fugaces.

Los pueblos, como Gátova, son refugios donde se crean recuerdos imborrables. Para muchos, son el escenario de la infancia, de tardes de bicicleta y juegos en la plaza, de conversaciones eternas bajo las estrellas y de historias que se transmiten de generación en generación. Pero aunque el verano termine y las despedidas sean inevitables, los pueblos siempre están ahí, esperando nuestro regreso, como ese niño de Manolito Gafotas que cada año ansiaba sus vacaciones en Onteniente.

Yo mismo, como alcalde de Gátova y orgulloso hijo y nieto de gatoveros, viví esa emoción cada año.

A finales de junio, cuando el curso escolar llegaba a su fin, lo único que ocupaba mis pensamientos era volver a Gátova con mi abuela. No había nada que ansiara más que ese viaje. En Gátova, el tiempo parecía detenerse, y cada rincón del pueblo tenía un valor especial. Recuerdo el olor de los campos al amanecer, las risas de los niños corriendo por las calles, la paz de las noches bajo las estrellas y los despertares escuchando los gallos.

Tanto era mi amor por Gátova que, un día, tomé la decisión que cambiaría mi vida para siempre: quedarme aquí a vivir.

Dejé atrás la vida en la ciudad, monté mi casa en el pueblo y, con ella, mi huerto y mis gallinas. Decidí echar raíces en el lugar que me había visto crecer, en ese espacio que me había enseñado el valor de ser y vivir en el pueblo, el respeto por la naturaleza y la importancia de vivir a un ritmo más pausado.

Y aunque mi amor por Gátova no surgió en un verano, venía ya en mi ADN y en mi sangre, el amor de mi vida sí apareció cerca de estas tierras. No fue en los calurosos meses estivales, sino en un frío invierno en la Sierra Calderona, cuando conocí a la persona con la que compartiría esta nueva etapa de mi vida. Entre los paisajes verdes  y el silencio de la montaña, nació un amor que, como el pueblo, permanece firme, a pesar de las estaciones.

Los pueblos de verano nos despiden cada año, pero siempre nos esperan. Nos ofrecen algo más que recuerdos de la infancia: nos dan un hogar y una identidad. Para mí, Gátova siempre será ese lugar al que ansiaba volver, pero también el lugar donde decidí quedarme para siempre.

Jesús Salmerón Berga, Alcalde de Gátova por el PPCV y abogado.