Esa policía, que no venga

Josep Carles Laínez: «Esa policía, que no venga»

Hace pocos días publicaba en este mismo diario un artículo pidiendo un aumento en nuestras calles del contingente de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, así como un endurecimiento de sanciones y penas en leyes, ordenanzas y cualquier otro documento sancionador. El peligro debemos saber señalarlo, cosa de la cual se olvidan los responsables legislativos si no son zurdos, pues en la distinción entre “buenos” y malos ciudadanos, ya saben con antelación a quiénes ha de perseguir aunque sean sus propios votantes. Dicho de otro modo aun repitiéndome: la izquierda gobierna con determinación; la no izquierda gestiona con miedo.

Sin embargo, más allá de rateros y de incívicos, ¿para qué está la policía? Sin ninguna duda, para proteger al pueblo (y quien lo dude hágaselo mirar). Años atrás di a la luz un largo artículo, “Raíces para una democracia europea”, en la revista El Manifiesto; aún la dirige con tino y pasión Javier Ruiz Portella, y es hermana del digital del mismo título donde fui colaborador fijo en la época en que estuvo regido por José Javier Esparza. En aquel texto distinguía entre “pueblo” y “sociedad”. ¿Qué entendía por ambos?

Por sociedad, “el conjunto de individuos que habita en un país en un momento dado”; por pueblo, empero, “el grupo humano que ha hecho posible ese país”. Formar parte de un pueblo del que una persona no es parte constituyente desde su nacimiento será imposible en cualquier región del globo; y todo el mundo, aunque mienta, sabe quién es y quién no es parte de un pueblo. A esos dos, añadía otro grupo más: el “gentío”, es decir, la “excrecencia del pueblo”; en breve, quienes lo traicionan.

No hará falta ser didáctico, pero en el momento actual de España, el pueblo lo conforman quienes se oponen al golpe dado a las instituciones por el PSOE; la sociedad, evidentemente, somos todos (desde el joven patriota apaleado y detenido sin mucha proporcionalidad, hasta los tenderos pakistaníes con mirada de estupor); y el gentío, qué duda cabe, son los políticos traidores al espíritu del pueblo, pues miran por su beneficio personal traficando con aquello que nos pertenece a todos, y humillando al pueblo español como nunca antes.

Es lamentable y llena de rabia ver ese vídeo que corre por X (antiguo Twitter) donde se observa la guerra sucia de ésos que no hace falta que vengan: un grupo de manifestantes impreca a un tipo violento, le recrimina su actitud y lo expulsa a la mitad de la calle; en ese momento llegan los de la porra, y empiezan a cargar contra el pueblo mientras al violento lo dejan irse, como si lo reconocieran, sin tocarle ni un galón, a cubierto de los suyos. Todos y todo, desde luego, presuntamente.

Una policía que no defiende al pueblo es una policía a la que han pervertido su razón de ser; una policía bajo las órdenes de un gentío lleno de autoodio y destructivo es un cuerpo del cual debemos precavernos; una policía que reprime la libertad del pueblo a defenderse es una policía al servicio de sus verdugos, olvidando a la vez, y he ahí lo patético, que ella misma es pueblo. Proporcionalidad, proporcionalidad… Por parte del gentío y de sus voceros, no puede esperarse sino que pongan en la diana a quienes tan sólo defienden el hogar heredado de sus antepasados.

No, esa policía que no venga; nos sobra. Tal vez estos días, más que nunca, el pueblo continúa aquí.