¿Dónde está la extrema derecha?
En España existe una treintena de grupúsculos de extrema derecha, como Falange Española, Democracia 2000 y otros que ni en el mejor de los casos suman entre todos ellos ni el uno por ciento del electorado.
Vox no pertenece a este apartado porque no aspira a la subversión del Estado ni sus instituciones democráticas. Es un partido las ideas muy claras, sí, fuertemente ideologizado, también, y que se sitúa a la derecha del arco parlamentario, como lo hacen en el lado opuesto Bildu, Unidas Podemos o ERC, sin que los medios de comunicación les tilden por ello de extrema izquierda.
A Vox también lo han tachado de fascista, término que empieza a estar en desuso por lo arbitrario de la calificación, que no responde a ninguna de las características del movimiento creado por Mussolini.
Hay dos razones espurias para las calificaciones denigratorias de Vox. Por una parte, la pereza y comodidad de los medios de comunicación, lo que les evita hacer análisis más profundos y hasta leer el programa del partido. De otra, la conveniencia del Gobierno, para contagiar de ese presunto extremismo al Partido Popular, condenado a pactar con la organización de Santiago Abascal si quiere llegar algún día al poder en caso de no obtener la más que improbable mayoría absoluta.
Eso se ha visto en la tramposa citación del socialista Juan Espadas a su rival del PP ante un notario para registrar que ninguno de ellos pactaría con Vox. Es una burda trampa retórica en la que es imposible que caiga Juanma Moreno porque sería lo mismo que competir políticamente con una mano atada a la espalda.